La larga noche by Joaquín Pérez Azaústre

La larga noche by Joaquín Pérez Azaústre

autor:Joaquín Pérez Azaústre [Pérez Azaústre, Joaquín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2022-04-15T00:00:00+00:00


21. LA ARTISTA DE MADRID

Antes de los doctores, el hospital asiste a otra llegada. Sor Julia sigue hablando con Álvaro Domecq en la puerta de la habitación, una hora después de la despedida de la farmacéutica, acerca de lo sereno que parece Manuel, durmiendo a ratos, aunque el tiempo transcurra muy despacio. Frente a la cama, en una silla, permanece Calín. Junto a la ventana, Camará y Guillermo, sosteniendo el mismo silencio. Los demás se reparten entre la sala de espera y ambos extremos de la galería. Hay largos paseos, resoplidos y respiraciones profundas. Sor Julia ve venir deprisa a sor Anselma, con pasos diminutos, pasando entre Antonio Bellón y K-Hito con la elegante discreción de un gato. Cuando llega hasta ella, comienza a hablarle al oído y sor Julia escucha sus bisbiseos con atención. Asiente y se dirige al rejoneador, bajando la voz. Álvaro Domecq se la lleva fuera de la habitación, porque ya sabe lo que la hermana ha venido a contarles.

—Dice sor Anselma que ha llegado la artista de Madrid, acompañada de otra señora.

Domecq marca una mueca que podría parecerse a una sonrisa y contiene el atisbo de sarcasmo. Lleva preparado para ese momento desde que supo, por Camará, que ellos seguían en la creencia de que Lupe Sino se había alojado en el Hotel España, de Lanjarón, tomando las aguas medicinales, y que Chimo probablemente habría ido a telefonearla. Sin embargo, después de eso, Chimo no ha vuelto a aparecer: porque no se había ido hacia Lanjarón, sino hasta Alhama de Granada, que era donde había llegado Antonia para pasar dos días con Concha Fernández, la esposa de El Yoni. Chimo había llamado al Hotel España para hablar con Frasquito, el conserje, al que conocía por otra estancia previa, en la que él los había llevado en el Buick, y por eso supo que la señora se había marchado a Alhama con Concha y su marido. Y, al no tener ninguna otra forma de localizarla, porque tampoco habían podido dar con el taxista del hotel, Antonio Arcos, Chimo se ha lanzado a conducir directamente él mismo hasta Alhama, para encontrarlos y avisarla. De todas formas, por si Antonia llamaba al hotel, dejó un recado en recepción: El maestro ha tenido un pisotón. Vénganse con urgencia a Linares. Pero había llegado a Alhama como un rayo y han regresado en ambos coches: el de Chimo y el de Bonifacio García Torres, El Yoni.

Desde el fondo de la habitación, ya con la chaqueta blanca sobre los hombros, la mirada de Camará se cruza con la de Domecq y comprende que Antonia acaba de llegar. Sin embargo, no se desplaza ni un ápice de donde está y permanece ahí, apoyado en el marco de la ventana, junto a Guillermo, abstraído en la negrura azulosa del cielo. Camará es un hombre acostumbrado a medir bien sus tiempos y administra con celo su propia lentitud, en una economía de cada gesto que después se carga de significado. Por eso se queda



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